Pluviselva de Guyana - Wikipedia
La Amazonia que conocemos,
al igual que las otras selvas húmedas tropicales, es el producto de siglos de
evolución de la biosfera terrestre en su íntima relación con el proceso térmico
solar, determinante de las condiciones ambientales de los planetas que
conforman el Sistema Solar. Las fronteras tropicales ( Trópico de Cáncer y
Trópico de Capricornio), a medida que la estrella madre se marchita, por
reducción de la permanente fusión nuclear realizada, segundo a segundo, durante
millones de siglos, se han ido cerrando a lo largo del círculo ecuatorial,
reduciendo paulatinamente el más
importante espacio vital del planeta.
En este espacio, entre
trópicos, han florecido grandes culturas primigenias de la historia humana,
como la egipcia, la india, la azteca, la maya, la zulú, la inca, y otras no tan
mencionadas pero de gran importancia antropológica.
Eran colectivos de estas
culturas, muchos de ellos marginales, los que entrarían en contacto con las
exuberantes selvas tropicales. En el caso particular de América, diversas
familias caribes y pueblos, o comunidades, tal vez emparentados con la cultura
inca y otros pueblos asentados en lo que hoy es Brasil, próximos al bosque
amazónico, se aproximaron hasta su entorno, le fueron cogiendo confianza y cada
vez recurrían más a él como refugio y fuente de alimentos. Desde un punto de
vista estratégico y de conveniencia, ningún grupo quiso habitar más adentro de
la frontera amazónica (lo mismo ocurría entre diversos animales, como el
jaguar, el oso hormiguero y el perezoso, entre otros); sólo bajo determinadas
circunstancias, las más de las veces por presiones de otros grupos, terminaron
refugiándose en la selva, convirtiéndose en los primeros desplazados de
Sudamérica.
La forzosa penetración de
los aborígenes en la pluviselva implicó un proceso traumático para ellos y el
complejo entorno natural, significando para esta el comienzo de un desgaste de
biomasa mucho mayor que el que ocurría hasta entonces con la presencia de los
otros consumidores (animales de diversas costumbres alimentarias) que ya, de
hecho, venían, de tiempo atrás, concatenados con sus leyes. Los aborígenes que
se refugiaron en la espesura de la selva, entre los gigantescos árboles, los
matorrales y los pantanos, representaban un consumidor mucho más sistemático,
con una relativa cultura agrícola y tradiciones religiosas, que de alguna manera
incidiría en mayor grado que el resto de consumidores sobre lo más relevante
como soporte de la gran selva: la vegetación, las aguas y el suelo.
Por su idiosincrasia y
creencias ancestrales, los pueblos que inmigraron en la jungla amazónica,
poseídos por creencias animistas, al sentirse bajo el avasallador entorno,
terminaron postrados como súbditos de ese cálido reino de sombras, humedad,
sonidos y tenues rayos de sol, haciendo uso de lo más elemental y particular
para su subsistencia, mientras adoraban al árbol, al bejuco, al pantano, al tenue
rayo del sol que se asomaba entre el follaje, a la anaconda, al búho, al jaguar
que los antecedió como un refugiado más, y tantas otras criaturas y fenómenos
que los apabullaban, como representaciones de una deidad superior y el espíritu
de sus ancestros.
Con el paso del tiempo,
otros habrían de llegar bajo múltiples circunstancias, pero todos ungidos por
el arrasador poder de la sociedad explotadora, apropiadora e industrialista
que, paulatinamente, ha desarrollado sus consustanciales inclinaciones.
Así llegó el campesino desplazado por diversos grupos de latifundistas, para realizar la rutina truncada en la finca perdida; el aventurero en busca de riquezas; los negociantes de las maderas, los minerales, los medicamentos, y los hidrocarburos; los explotadores de tierras para monocultivos, desde la soja hasta la coca. Y todo aquello que ha representado la dinámica avasallante en las diversas etapas de la sociedad de las conquistas, el mercantilismo y la acumulación, sobre culturas diferentes y unos entornos saturados de vida y riquezas naturales.
De ese quehacer arrasador
van quedando primitivos pobladores sometidos, especies de flora y fauna en vías
de extinción, suelos desertizados y aguas contaminadas, en la gran pluviselva
que progresivamente se extingue. – Según estimativos, al actual ritmo de
depredación, a la selva amazónica le queda un poco menos de medio siglo de
vida.
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