En
el devenir de los colectivos humanos, que hoy son macrocolectivos referenciados
como naciones, con una territorialidad definida, o por definir (litigio
entre judíos y palestinos, y otros). Caso especial lo representan aquellos pueblos
nómadas dispersos (es el caso de los gitanos) muchos de los cuales han terminado por
formar asentamientos en diferentes países; o los nómadas aborígenes, como los
africanos, que trashuman en determinados espacios geográficos de sus regiones
nativas. En ese devenir los humanos comportan todo el legado de siglos de
desarrollo y evolución, mostrando mayor relevancia los macrocolectivos
complejos de alta productividad y consumo, por su intensidad a la vez que por
el impacto sobre la biosfera en su totalidad.
En
las actuales circunstancias ( desde el siglo XVIII, quizás un poco antes, luego
de las invasiones y conquistas europeas a los otros continentes, con el
sometimiento de pueblos y expoliación de riquezas naturales, la revolución
industrial sería la credencial que identificaría las nuevas relaciones sociales
y de los humanos con la biosfera) cuando impera la productividad y el consumo
(consumismo), quedando sólo reductos (en las profundidades de las selvas) de
colectivos disonantes con la dinámica social dominante, notoria en
el desmedido afán de poder y en un desequilibrio entre las riquezas vitales del
planeta (indiscutiblemente finitas) y el desenfreno compulsivo de consumición,
bajo determinados estímulos convencionales. Se hace imperativo divulgar, a la
vez que cuestionar, tal accionar humano, con doble objetivo (dicotomía
permisible en aras de alcanzar aunque sea un logro entre dos posibles):
corregir prácticas viciadas de la especie en su mutua convivencia, a la vez que
en su relación con los entornos naturales; o, por lo menos, constatar causas y
exponer propuestas en la dirección de razonamientos divulgados.